Me arrepiento y me culpo por todo ello, me daba flojera escuchar historias ajenas, no era lo mío, quizá por eso siempre busqué salir rápido de su asunto, no era lo mejor que podía hacer pero era lo mejor que me resultaba; mi perfecta manera de actuar, siempre fue así ¿no? Siempre fui de obviar las cosas triviales, las actitudes banales de ciertas gentes que buscaban mezclarse conmigo. Recuerdo mucho mi comportamiento, esa mezcla de ligereza y espanto ante una nueva situación eran permisibles en mi nueva situación, con el nuevo designio que tenía en mi vida. Pero no era por eso que quería escribir, quise explicarme a mi mismo, las situaciones por las que pasé, es irónica la soledad que me rodea; después de estar invadido de tantos rostros perceptibles bajo la luz de mi presente, ahora mi única compañía son las sombras que se desintegran al abrirlas, sombras amenazantes proyectadas sobre el estante, lúgubres figuras que se mezclan con las páginas de los libros que no puedo leer. Pero como alguna vez me dijeron: Es lo bueno de la soledad, a veces por no estar sólo no haces lo que quieres… Por eso no me sorprende la visita de hoy.
- Por fin. Es hora de irnos –. Pronunció Héctor, abriendo la puerta del sótano. Ambos salían de la estancia acogidos por las sombras de la madrugada.
- Por fin. Es hora de irnos –. Pronunció Héctor, abriendo la puerta del sótano. Ambos salían de la estancia acogidos por las sombras de la madrugada.