Hace unos días que recorro estas calles, como guiado por el instinto animal de ubicación, suelo mirar a todos lados, recordando los letreros y los anuncios para no perderme, todo es tan diferente; me llevó las manos a los bolsillos, me cierro la casaca y me acomodo el gorro, camino pendiente de mi alrededor, como paranoico de la situación en la que me encuentro; y me digo, es sólo el principio, basta con que la costumbre se acomode a mi andar. Imagino, tus ojos, aquellos ojos que conocí el día que me fui de allí, como dos grandes lunas alimentadas por el sol. Y ahora yo estoy aquí, prendido a tu tímido recuerdo y colgando de las letras de tu nombre. Sin embargo, camino pensando en el olvido, que quizá está más cerca de lo que imagino. Hay tanta gente extraña que conozco aquí y aún así quiero estar lejos de acá, dividir en dos mi espacio, fragmentar en escenas mi memoria, estar aquí y estar allá, un paso acá, un paso en otro lugar... Y a veces, deliro, en estos pocos días, y las historias giran como remolinos, donde el viento es Usted, mi pequeña señorita, aunque ya olvide su nombre...
Por fin, llegue a la orilla, las indicaciones fueron las correctas, creo que ahora si estoy perdido, es muy extraño que las personas no mientan y te lleven a un lugar distinto cada vez; y por fin logro ver esos reflejos de los que me hablaron y que me animaron a venir hasta aquí. El cielo esta salpicado de cientos de estrellas que destellan ante mis ojos, son como espejos en el mar, y mientras camino bebiendo una cerveza, sin zapatillas y con el pantalón arremangado hasta las rodillas, siento que nadie me va a molestar, que este es mi instante, mi momento y mi lugar; la noche me esconde y puedo ser quien quiero ser. Imagina hasta acá al amante, al amigo, al hermano, al esposo; aquel que desperdició el amor en 3 Libras. Sigo repitiéndome en la cabeza las mismas palabras, antes de irme; debo seguir embriagando a la nostalgia, para evitar que tome posesión de mis sentidos y mi poca capacidad de reacción... Aquí vamos otra vez, de regreso a la casa donde me siento tan extraño, pero inevitablemente acogido; quien me puede decir ahora que las mentiras no me pueden hacer sentir bien...
3 comentarios:
...
sin esas cosas que pasan
no hubiera salido este texto tan extraordinario
se ve ke extrañas
sabores a nostalgia
ya pasará
las mentiras
no duran
son baratas
y no las puedes cambia porke no tienen garantía
saludos
y
salud no?
ke es oblivius?
sakeme d la ignorancia...
Las mentiras, a diferencia de lo que intenta decir el pequeño gatorade, son el opio de la felicidad. Sirven para hacer menos insufrible la realidad, son una coartada que uno decide tragarse cuando no se hacen repreguntas. La mentira es el antídoto para no caer, como Cioran, en la depresión bárbara. Tienes alma sensible y eso se nota en tus escritos. Buen viento George.
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